Un jilguero cualquiera

un jilguero cualquiera

Entrevista a Melián de Órzola por Roza Lermontova para el N°4 de la Revista Autores.

Retrato del poeta Melián de Órzola en la Sierra Norte de Sevilla durante el invierno de 2022

La poesía es como un viejo tubérculo que brota entre la tierra y la levanta

R.L.: Melián, cuéntanos, por favor, sobre tu libro «Animal de mediodía».

M.O.: «Animal de mediodía» nació como nace un jilguero cualquiera: sin afán ni alarde, inocente; con su canto limpio desprendiendo de la rama.

Pese a que conozco personas que a ojo desnudo lo consideran de estructura clásica; rezuma un estilo espontáneo, del ahora, del momento; impreso por haber sido escrito a golpe de alieno por toda La Axarquía. El libro es una herriza donde se funde y confunde el Romance con el Chascarrillo, con la Copla y con la Adivinanza Popular.

No es un libro con olor a pueblo y sabor a hogaza antigua. Aunque cuando hablo de «Animal de mediodía» es inevitable hablar de mi abuela y de la comarca. Es un libro sobre paisajismo del dolor y costumbrismo, mitología y desnudo, alegoría del acento. Es un libro donde la tierra y la carne, se confunden; donde el dolor y la alegría, se confunden; donde la vida y la muerte, se confunden.

Un zaguán entre lo interno y lo externo. Entre el yo y lo otro. Un ejercicio de empatía con lo cerril e inmutable.

R.L.: ¿Qué significa la literatura en tu vida? ¿Qué es para ti la poesía?

M.O.: Siempre creído que la literatura es la más tosca, la más parca, la menos jaranera, la más intimista. Un lugar donde las palabras son capaces de que la arquitectura de los límites se cercenen y abigarren. Un zahurdón donde enzamarrarme de soledad y silencio. Una choza, un refugio.

No quisiera cercar lo cercado o allanar finca ajena. Sin embargo, Roza, esta pregunta es más difícil que matar a un burro a pellizcos. La poesía es como un viejo tubérculo que brota entre la tierra y la levanta. Capaz, con el rodar de los días, de conservar su calor primitivo, su piel sucia y el olor a mantillo; un tubérculo que con el oficio de la espera busca, inevitablemente, hincarse en el terruño otra vez.

El olvido no quema sus fronteras, las expande

R.L.: En 2020 hiciste «Homenaje a Garcilasso de la Vega». ¿Por qué elegiste ese poeta?¿Qué opinas de la literatura española del Siglo de Oro?

M.O.: Sobre una alcatifa de guijarros es fácil ir a trompicones, darse de bruces con la linde y sus lascas. Magullarse. No hace falta la oscuridad escarpada como excusa. «El hombre — dicen — es el único animal capaz de tropezar dos veces con la misma piedra». Lo ratifico, Lermontova, soy enteramente humano, enteramente torpe. Garcilasso fue un constante accidente. La poesía, mi herida abierta.

Así principia todo: con azar y caída, con fortuna y tropiezo. El homenaje, a fin de cuentas, fue pagar la maquila.

La belleza no es precisa; un clásico, tampoco. Ambos están arrancados de lo verdadero. Un clásico es clásico no porque esté consensuado; es clásico, porque tiene carácter y timbres propios, porque nos zarandea. Un clásico es inevitablemente atemporal y constantemente rompedor. Por esta razón, aunque más de uno salga echando ternos de aquí, si tuviese que atarazar el Siglo de Oro, menos Garcilasso, todo sería tarama o vareta de poda.

R.L.: Has formado parte del jurado en certámenes poéticos. ¿Puedes contar un poco sobre estos certámenes?

M.O.: Es cómodo comulgar con ruedas de molino y caer en pozos de juicios, abandonarse al venero, acabar rumiando lo rumiado. Sin embargo, es difícil señalar un certamen justo y no tener pelos en el corazón. Hay excepciones y rarezas, claro. Pero, hogaño, los premios pecan de voraces y los jueces hurden mejor que una cáncana. Ciertamente, no es nada personal: conozco certámenes tan podridos como una zagarra en descomposición, certámenes que son el rigor de las desdichas. Marmitas de conjuras.

La conjura, en momentos, me recuerda a la humedad: se filtra hilo a hilo, se decanta por las tapias, da lugar a su presencia y termina por colmar la estancia de un aroma rancio a tierra mojada. No resulta arduo saber cuando una casa sufre de humedad, tan sólo hay que arrimar un poco el hocico.

R.L.: ¿Qué significa La Axarquía para ti y para tus obras? Veo que te ha inspirado mucho. Ahora vives en Sevilla, ¿qué piensas de la ciudad?

M.O.: La Axarquía me ofrece profundidad, rumbo, materia. Irme de la comarca acarreó quedarme allí, clavado, para siempre. En mí nunca termina; región sin coto; paraíso vedado. El olvido no quema sus fronteras, las expande.

Sevilla es el manso olor a azahar, a nardo, a incienso; acendrada esencia. Sevilla son los aromas intrínsecos, los perfumes ofrecidos. Sus calles no imponen dominio; me acogen como tierra nueva, como puro abrazo.

El desarraigo, nunca es algo independiente, siempre tiene raíces más profundas; afila la naturaleza retraída y solitaria. Estar aquí entraña anhelo, tesón, ahínco; enfrentarme a la violencia de estar siempre en el aire, en vilo, despojado de mi tierra. Vivir en una constante brecha; en un desgarrón; en una ruptura; en una herida.

R.L.: ¿Tienes algunos planes conectados con el mundo literario?

M.O.: En ese sentido, tengo el cuero rebotado, no quepo en mí. Seguramente, «Animale di mezzodì», la versión que Michela di Maro está preparando para Italia de «Animal de mediodía» sea lo más imponente y excesivo. Di Maro sabe cómo tocar un poema para que no se azore ni se encoja.

Todo es susceptible de ser materia de inspiración

R.L.: ¿Qué poetas sigue Melián de Órzola?

M.O.: Las aguas que brotan en el nacimiento del Zalia tienen todas el mismo origen, pero cada una sigue un caudal distinto; porque constantemente topan con el filo de la incertidumbre.

Por eso mi biblioteca es, como la decisión del agua, creo yo: cerril y antojadiza. No entiende de orden ni primacías. Allí redescubro libros que acaparan de mí una atención pulcra. Libros de autoras como Egido, Alemany, Janés, Úceda, Paz Pasamar o Zambrano.

Pero nunca olvido que bajo todos aquellos libros, debajo de mí, no enterrada sino de forma literal, como si fuese una firme metáfora, como si ella misma fuese el pilar de toda mi biblioteca, simiente de todo, permanece mi abuela que fue quien me enseñó la tradición oral; quien me enseñó a leer poniendo la oreja.

R.L.: Por último, ¿qué es la inspiración?¿Qué te inspira?

M.O.: Aunque sabe insinuar y no es demasiada explícita, aunque conozca las lindes y no todo lo colme. Es curioso como la inspiración se asemeja a la mala yerba: crece en cualquier parte y nunca muere.

Es irrebatible que la inspiración se presencia de una forma distinta en cada persona, en cada momento. La inspiración o al menos la mía, la inspiración propia, no es una herriza de cardos y borrajas ni es un caño con venero escaso; más bien, continuo chorro torrencial, río irrepetible hasta ahora. Sin embargo, las ideas nunca flotan por los claros vidrios de su corriente. Como si fermentasen en lo oculto; están sumergidas en las sombras de las cosas, en lo más insospechado de las aguas de la realidad, en sus fangos interiores.

Todo es susceptible de ser materia de inspiración. Lo principal, lo preciso: atender y no dejar que las cosas caigan en los páramos del olvido.

Recuerdo ahora una conversación telefónica de María del Carmen con una amiga: «Pues, éste, me duele y me corre, así, para el pecho que ni me puedo tocar y el brazo está hirviendo. ¡Loli, qué noche, qué fiebre traía entre manos!».

O esta de mi abuela María hablando con mi madre mientras me miraban: «Cuando sonríe, se le ríe todo; cuando sonríe, se le ríen los ojos».

BREVÍSIMA CANCIONELA AL CANTOR · Animal de mediodía

…desprendiéndose suave,
como los aires, terco.

Inocente en su álabe,
¿quién, arrullado y clueco,
permanece, azabache,
pardo y dorado, ebrio
bajo un sol de jarabe
altivo? Casi quieto,
casi adorno del álabe,
casi arrullo del viento.

Poema de Melián de Órzola

CANZONETTA BREVE PER IL CANTORE · Animale di mezzodì

…cadendo dolcemente,
ostinato, come il vento.

Innocente nel suo ramo,
chi, protetto e irrequieto,
resta, con il suo bruno,
lionato e dorato, ebbro
sotto un sole di sciroppo
altivo? Quasi fermo
quasi per ornare il ramo,
quasi cullato dal vento.

Traducción de Michela di Maro

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